Desde UGT venimos denunciando esta situación. Se hace
necesario doblar la plantilla de inspectores de Trabajo, crear una sanción
ejemplarizante que disuada del fraude laboral, No respetar los Derechos
laborales No puede quedar impune
El
abuso de la contratación temporal en España es cósmico. Más del 90% de los
nuevos contratos (19,6 millones de 21,5 millones en 2017) es temporal. Y una
cuarta parte, de cortísima duración. O sea, de menos de cinco días (diez puntos
más que hace diez años).
En
su inmensa mayoría son falsos contratos fijos encadenados. Que pretenden evitar
su mayor coste: son 8.000 euros más baratos de media que los contratos
estables. Y buscan evitar también la más costosa indemnización por despido: la
mayoría en los contratos por obra o servicio o por circunstancias de producción
se indemniza con solo 12 días (no 20) de salario por año de empleo. Así lo
indica la práctica. Y la estadística.
El grueso de los contratos eventuales
que se firman cada mes —casi tres cuartas partes— no corresponde a nuevas
contrataciones (36%), sino a renovaciones de contratos temporales anteriores. Y
si son renovaciones surge la sospecha (avalada por el día a día en empresas,
asesorías y tribunales) de que sean fraudulentas.
Hay
otros indicios adicionales. Los europeos. En España el número de trabajadores
sin contrato fijo asciende al 27,4% del total (Eurostat, mayo 2017), casi el
doble de la media de la UE (14,2%), y solo por detrás de la ejemplarísima
Polonia. Muchos aducen que lo importante no es el parque de contratos
existente, sino el flujo de los nuevos, que lógicamente empezarán siendo
temporales para acabar al cabo de un tiempo siendo fijos.
Abandonad
toda esperanza en ese argumento, pues las cifras también lo desmienten. El
ritmo español es que solo menos de un 10% se convierten al cabo de un año en
fijos (datos de 2016), por un 24% la media europea y más de la mitad en
Letonia.
Hay
pues una conspiración activa contra los empleos fijos en este país: empleadores
tramposos (a sabiendas), patronos bajistas (por avaricia), sindicaleros
absentistas (inmunes a la juventud, esa clientela recelosa), legisladores
inútiles (que esperan las sentencias europeas, como la del caso De Diego, que
equiparó a los trabajadores interinos con los fijos; y que ahora se matizará).
El
fraude de la temporalidad no es solo una bomba de relojería social en sí mismo,
por cuanto constituye causa principal de la precariedad. También porque de él
se deriva en buena parte el déficit de cotizaciones de la Seguridad Social.

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